Es irónico que el proceso ciudadano por excelencia, el democrático, saque a la luz lo peor de muchos. El azul odia al amarillo, el amarillo al rojo y el rojo al azul…Los espacios para el dialogo y la exposición de ideas se dinamitan; los rechazos son, en la mayoría de los casos, automáticos y sin análisis; el hastío se exhibe y el desencanto aparece, mostrando una sociedad que dista mucho de tener voluntad de negociar, de evaluar alternativas y de discrepar en paz para levantar un mundo común para todos.
¿Cómo integrar una sociedad que busca de manera obsesiva crear barreras? ¿Hay espacios para el trabajo democrático pleno, que vaya más allá de solo marcar con un aspa en el recuadro de una hoja o en toda ella? ¿Es en realidad este el camino que elegimos para construir en el Callao? ¿Por fin, podemos ver un poquito más allá del 03 de octubre?
Uno de estos días, después de descalificar a todos los políticos (que muy poco hacen por no ser descalificados) tendremos que mirarnos en un espejo para evaluar nuestra disposición a respetar las discrepancias y a construir en la diversidad. Porque, si algo es evidente, a 174 años del inicio de nuestro proceso como pueblo autónomo, es que ya estamos muy lejos de ser todos iguales o tener posturas monolíticas. O negociamos y cedemos cuando sea necesario o no podremos dar un paso hacia alguna parte y seguiremos escupiendo al cielo, suponiendo que nunca seremos salpicados.
Educar en la diversidad y en la comprensión de los sentimientos de otros debería ser un punto esencial, porque hoy usamos, inexplicablemente, el arma de la democracia para destruir sus frutos.
En este escenario, defender nuestra verdad no es suficiente sino escuchamos, aceptamos y entendemos las verdades ajenas. Esto es ser comunidad. Ésa es la comunidad que buscamos y proponemos en este sitio.